4.29.2016

El día en que mi karma mejoró (y empeoró el de muchos otros)

El día 19 tuvimos una experiencia de ésas que te dejan marca, a poco que seas un poco sensible.

Sofía estaba con fiebre desde por la mañana. Fiebre alta. Preocupación. Cachis... Me fui con ella al sofá para darle de mamar y, como
estaba diluviando, descorrí las cortinas para que entrara un poco de luz natural. Eran cerca de las 17 h. y la luz pronto se iría.

Según estaba tomando posición, oí a un gatito maullar. Por el tono y la frecuencia del maullido, me dio la impresión de que era muy chiquitín, aunque se le oía con fuerza. Busqué a través de los cristales, no veía nada en el jardín, pero le seguía oyendo con fuerza. Llamé a mi marido y me ayudó a buscar. Paraguas en mano, salió al jardín y encontró una preciosidad de gatita color miel y blanco, tan chiquitina que cabía en la palma de mi mano, temblando de frío.

La metimos en casa, en una cajita de cartón con trapos y la pusimos junto al radiador para darle calor. Era tan pequeñita que aún no sabía comer por su cuenta, así que teníamos que darle de comer con jeringa o biberón un poco de leche caliente. Porras, pues no tenía en casa jeringa y solo tenía un cartón de leche entera, porque... ¿De soja le gustaría? Pregunté a mis contactos y me dijo alguien que de vaca les da diarrea. Pues lo que le faltaba a la pobre, que encima la deshidratase. Mientras, Sofía pegada a mi pecho, seguía buscando consuelo por la fiebre. Y a todo esto, estábamos preocupándonos por la gatita dos alérgicos, que manda narices, también.

Cuando Sofía terminó, decidimos que mi ma
rido se quedara con ella mientras llevaba a Leona (así la bauticé, por estar "rugiendo" tan fuerte en mitad de su lucha por la supervivencia) al veterinario más cercano.

En este momento del relato es cuando me paro a respirar profundo, porque si me lo cruzo en alguna otra ocasión, que espero que no, me tendría que contener para no ponerle la zancadilla, por lo menos.

No había visto una persona menos empática con un animal, DEDICÁNDOSE A ELLO ¡en mi vida! Me confirmó que, efectivamente, tenía 2 o 3 días de vida nada más y pasó al argumento de "es muy difícil que sobreviva, no se puede hacer nada por ella". Y así, sin más, me acompañó a la puerta recomendándome que intentara darle leche en un biberón con leche maternizada para gatos, pero que le iba a servir de poco, seguramente. Ni "pago yo la consulta y el tratamiento que necesite", ni "¿no se puede hacer nada más", ni "¿Y si localizo a una gata que esté amamantando, ¿crees que podrá servirle para salvarla?", ni "¿no conoces a alguna protectora o a alguien que me pueda ayudar?". Nada, no podía hacer nada. Sembrado de gloria, el hombre.

Salí llorando del veterinario, lo juro. Con impotencia, comencé a llamar a protectoras que me estaban sugiriendo algunos contactos. El segundo candidato al premio a la insensibilidad se lo lleva una de las llamadas, cuando me contestó una animalista  de una protectora cercana que no me podían ayudar, porque están en el pueblo de al lado, no en el mío, y ellos sólo se ocupan de los gatos de su pueblo. Vamos a ver: ¡Que el gato no está empadronado! Valiente amor a los animales, también éste.

Tercera parada: una tienda de animales donde comprar un biberón (leche no tenían). Me recomendó un hospital de animales cercano para que la atiendan, donde trabaja su hermano. También me recomienda que, si no encuentro leche maternizada, que le dé de la mía ¿¿perdón?? Si no tengo tiempo de sacarme ni para las papillas de mi hija... Me fui volando, antes de que me recomendara ponerle a la gatita al pecho.

En el hospital encontré dos candidatos más al premio Insensible del año: la recepcionista directamente me dijo que no me compensaba pagar la hospitalización, porque como seguramente no saldría adelante... Al decirle que lo del dinero era cosa mía, cambió el argumento a "de todas formas, no vas a poder dejarla hospitalizada, porque no van a poner a una persona que está de guardia para que le dé de comer cada 2 o 3 horas. A fin de cuentas, no está enferma". ¡¡¡!!! No, no está enferma, sólo se está muriendo de frío y de hambre, pero nada más ¡estúpida! Llamó a un veterinario para que confirmase su versión y, nada más asomar la nariz la gatita por encima de la caja, le vi negar rotundamente con la cabeza, como si hubiera llevado la peste al local. Ni siquiera se acercó a examinarla, se quedó a 4 metros y miró para otro lado ¿pero dónde está la sensibilidad de los famosos animalistas? La recepcionista debió ver mi cara de cabreo-decepción-tristeza-odio, que llamó a una protectora de otro pueblo cercano, a quienes les dieron mi número de teléfono para que me llamaran a continuación y preguntarme los detalles. Una semana y media después, aú sigo esperando esa llamada.

Cuando salí, frustrada y preocupada por mi pobre niña, a la que no veía desde hacía 2 horas y a la que dejé con fiebre, fui a otra tienda de animales, en la que compré, por fin, leche maternizada y se quedaron con mi teléfono por si alguien quería un gatito recién nacido ¡Bien, hay esperanza de encontrar gente buena en todo esto! De vuelta a casa y hablando con mis contactos, me descubrieron el contacto de la dulce Arantxa, de Alpedrete felino, que por fin, me dio un "Sí, quiero hacerme cargo de la gatita". Mientras llegaba, le intenté dar un poco de leche con el biberón, aunque tenía tanto moco que no podía respirar bien. Arantxa la recogió por la noche y la llevó al veterinario, porque se ahogaba al respirar, de tanto moquete que tenía ya. Le pincharon vitaminas, le hicieron un lavado nasal con suero, le dieron leche con jeringa (veterinario y hospital: ¿veis como sí se podía hacer algo? Otra cosa es querer) y Leona aguantó así todo el miércoles. Surgió un problema añadido con sus ojitos y la siguiente madrugada decidió rendirse...

En mi vida he llorado tanto por un animal, claro que, siendo alérgica y no habiendo tenido nunca uno (salvo peces, que son menos entrañables), tampoco había tenido muchas oportunidades. Pena desgarrada, la mía, quizás porque ahora soy mamá y un lactante necesita todo el mimo del mundo y a Leona le faltó gente que supiera cuidarla en condiciones. Mimos, afortunadamente, no le faltaron, porque me olvidé de mi alergia y la acurruqué contra mí para darle calor, aunque eso me costara una semana de eccemas. Y con Arantxa y sus compis, seguro que su despedida fue la más dulce a la que podía optar. Pero pena con mucho coraje, eso sí, después de todo lo que me moví y perseguí, no conseguí mucho. Ésta, destino, guárdasela a todos los que negaron ayuda a Leona. Que lo paguen bien en el futuro.

Leona, disfruta de tu nueva vida.


4.19.2016

Origen

Ya venía yo con ganas de tener de nuevo un blog activo, donde contar mis cuitas, y resulta que justo se me ocurre en el momento de mi vida en el que tengo menos tiempo. Pero curiosamente, siento que tengo muchas cosas que contar.

A los que ya tenéis churumbeles, sobre todo a las mamás, que muchas veces, voluntariamente incluso, nos sobrecargamos de trabajo y tareas varias ¿no os da la sensación de que, desde que nació, vais como un Ferrari a todo gas?

En Tortuguero (Costa Rica)
Pues de ahí lo del nombre del nuevo blog: me he convertido en una mamá super rápida (mentira, me muevo como un perezoso, de puro sueño; lo de rápida viene más por el parecido con un pollo sin cabeza intentando llegar a todo...). Mi positividad me pide pensar que llegará el día en que empiece a serenarme, pero mientras tanto, bien merece la pena dejar por escrito las experiencias de esta nueva etapa, que tan agotadora, bonita y, por qué no también divertida, me parece.


Así que ¡comenzamos!