7.13.2016

Un año el día 12 de julio

Es difícil hacer balance de todo un año, cuando está lleno de cansancio, hasta el extremo del agotamiento mental y físico; cuando has tenido y aún tienes que hacer valer tu criterio, porque, por ser novata, todo el mundo, incluso los no experimentados en la materia, opina con carácter de orden y mandato; cuando has decidido dar un paso importantísimo en tu vida personal pero la vida laboral no se conjuga en el mismo tiempo verbal; cuando te das cuenta de que pocas personas brindan sinceramente ayuda en un momento de pura supervivencia; cuando no es oro todo lo que reluce, por mucho que te lo cuenten, porque no todos pasan por lo mismo; cuando tus relaciones se resienten por no tener tiempo libre ni para respirar 5 minutos de tranquilidad.

Es difícil cuando tu carácter se agría sin poderlo evitar, por falta de descanso, de respeto, de conciliación, de ayuda, de mimos, de apoyo...

Es difícil, si. La maternidad es eso y muchísimo más. Problemas de sueño, de atención, de conciliación, de apoyo. Para la mujer en particular, supone además una revolución hormonal que mueve muchas cosas en el terreno mental, traumas y cuentos mentales que han convivido con nosotras mucho tiempo y con el parto, deciden salir a pasear y que les dé el fresco.

Y ahí te ves tú, con una cría chiquitina, preciosa, que llora con desesperación durante 4 meses seguidos por los cólicos, y especialmente por la noche, a la que le hacen reacción absolutamente todas las vacunas, que coge una bronquiolitis, que tiene la piel hecha un desastre por la dermatitis atópica, que es delgadita (eso lo añado aquí por la lata del pediatra y su enfermera completamente obsesionados con que sea una niña bola, parece), que me contagia todos los virus habidos y por haber...

Pero resulta que te sonríe cada día; te dice mamá y te extiende los brazos para que la cojas. Ya sabe ponerse de pie, baila en cuanto suena una melodía y hace palmas cuando dices "¡bravo!" ó "muchas gracias". Le encanta el agua y la música, que le lea cuentos y la acaricie.

Mi pequeña flor se hace grande. Ha sido un año duro, de muchísimo esfuerzo, de sufrimiento, por qué no decirlo. Y aunque le dé por hablar en su idioma ininteligible a las 4 de la madrugada, tan graciosa, desespero porque no me deja dormir las suficientes horas para estar medianamente descansada.

¿Que si se me quita todo cuando veo su sonrisa? No, no se me quita. Pero me llevo una sonrisa sincera, desinteresada, como su amor por mí. Eso sí que vale CIENTO.

Aspiro a que, con éste primer año de vida y experiencia, aprendas, florecilla mía, a dormir un poquito más del tirón, que lo de crecer lo estás haciendo estupendamente. Gracias por hacerme saber que puedo criar a criaturas maravillosas. Gracias por elegirme para ser tu mamá.

Te quiero, Sofía. Feliz primer cumpleaños.

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